miércoles, 13 de agosto de 2008

ME GUSTAN LAS PALABRAS BONITAS (J.C. Moisés)

Me gustan las palabras bonitas porque son tímidas y les cuesta mostrarse, me gustan porque se recluyen, cierran los ojos, se doblan en sí mismas, tornan otra cosa, como si desa­parecieran. Es esa ausencia la que me hace pensar piadosamente en ellas. Me gustan las palabras bonitas, las pronuncio letra por letra, las digo al oído, y cuando puedo las escribo; si eso ocurre, lo celebro.

A veces, las palabras bonitas me seducen con astucia, con artimaña, para lograr ubicarse en algún pliegue del poema, allí donde soy incapaz de verlas. No pienso mal de ellas. Seguro que lo hacen para cuidarse de la agresión de las otras palabras, poco amistosas y reticentes al diálogo, que insisten con empujarlas fuera de la línea o del párrafo.

Hay quienes dicen que a la larga, impedidas de mostrarse como son, las palabras bonitas sufren de pena, de desgarramiento; que son como pétalos que se desprenden al menor soplido, y se marchitan sin haber sido apreciado su candor, aroma, color. Mi sospecha es que ahí donde se alimentan, en la desola­ción, encuentran su defensa, se mimetizan, cambian de ropaje, hasta parecer lo que no son, como nosotros.

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